Ya habíamos comido aquí hace años, y bueno....no fue espectacular, pero tampoco desastroso. Este año hemos repetido confiando en que hubiese habido cambios y por que no decirlo..? .porque nos gusta el riesgo.

De momento, la primera impresión fue de tristeza. El comedor estaba absolutamente vacío, lo cual ya es raro en plenas fiestas de navidad. Sentimos frío, y no solo en el alma, al vernos tan solos. Fue frio, frio de Burgos casi, tanto que prácticamente tuvimos que cenar con abrigo.

Los platos no eran malos del todo, pero parecían sin terminar, sin mimo, sin cariño.  Podrían definirse como un matrimonio aburrido en el que la pasión ya no tiene cabida. Además hubo algunos errores de ejecución importantes, como la cantidad de sal que tenía el confit de pato deshuesado (incomible, sinceramente) o la dorada sin limpiar (alguna espina parecía la espada de un faquir).

En general, correcto, pero con muchos errores y sin pasión. Daba la sensación de que la cocina era tan fría como la sala, y de que la pasión se había perdido en el salero del confit.

Al menos el menú degustación (que se supone lo mejor que nos pueden ofrecer) nos defraudó.