Una de esas veces en las que la vida te da sorpresas. Paramos para tomar algo rápido y disfrutamos de un menú digno  de restaurantes de mucho más postin. Lo primero que llama la atención es el orden, la limpieza, el cariño en los detalles de la decoración. Impresionante, sinceramente. Que cuidado, que atención, que esmero....que manteles, que cubertería, que cortinas....no acabaría nunca de detallar el sumo cuidado con que está montado.

Y los platos claro está, no podían ser menos. Unos simples huevos con patatas y alcachofas, fueron divinos: las patatas crujientes, caseras, recién hechas y sin grasa. Los huevos camperos, con puntilla, la yema liquida....todo en su punto. Y el postre.....ya lo quisieran para si algunos restaurantes "con estrella". Una torrija caramelizada de brioche, con crujiente y helado, que nos obligó a no lavarnos las manos para poder seguir chupándonos los dedos....

Recomendable 100%